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martes, 22 de febrero de 2011

Juan L. Ortiz, en su lejanía

No te detengas alma sobre el borde
de esta armonía
que ya no es sólo de aguas, de islas y de orillas.
¿De qué música?

Temes alma que sólo la mirada
haga temblar los hilos tan delgados
que la sostienen sobre el tiempo
ahora, en este minuto, en que la luz
de la prima tarde
ha olvidado sus alas
en el amor del momento
o en el amor de sus propias dormidas criaturas:
las aguas, las orillas, las islas, las barrancas de humo lueñe?
¿O es que temes, alma, su silencio,
o acaso tu silencio?
Serénate, alma mía, y entra como la luz
olvidada, hasta cuándo?
en este canto tenue, tenuísimo, perfecto.


Este poema, No te detengas alma sobre el borde..., pertenece al libro El aire conmovido (1949), del poeta argentino Juan L. Ortiz (1896-1978), un creador excepcional y necesario como pocos en el área de la lengua castellana. Sin embargo, su obra es difícil de leer, en primer lugar porque sus poemarios no han estado en las librerías salvo en contadas ocasiones a lo largo de las décadas, casi siempre en pequeñas ediciones impulsadas por un grupo bastante fiel de escritores, críticos y editores para los cuales la magnitud subterránea de la obra de Juanele Ortiz merece cada tanto asomarse a la indiferencia del mercado de los libros y de la atención de los lectores (incluso de los lectores de poesía, que suelen hilar más fino en sus preferencias literarias).

JUAN L. ORTIZ
El poeta en su casa de Paraná, hacia 1971.

Esa es la razón por la cual un hecho relativamente normal como la reedición de un libro tiene un especial interés: es posible encontrar ahora en algunas librerías de Argentina y España ejemplares de una Antología de poemas de Juan L. Ortiz que la Editorial Losada ha reeditado en su nueva colección de bolsillo `70 Aniversario´. Se trata de una selección de 12 de los 13 libros de poemas que Ortiz publicó en su vida, tiene prólogo y edición del poeta y crítico argentino Daniel Friedemberg y originariamente fue publicada en 2002, cuando la mítica Editorial Losada se trasladó de Argentina a España. El libro que falta en esta antología es El Gualeguay, un extensísimo poema de más de dos mil versos, imposible de fragmentar. El Gualeguay, el penúltimo de los libros de Ortiz, fue publicado en 2004 por Beatriz Viterbo Editora, de manera que una idea parcial de la obra del poeta entrerriano está un poco más cerca de nuevos lectores que quieran iniciarse en este poeta secreto.

Edicion de Losada (2010)
Tras  señalar que otros extensos poemas del autor no figuran en esta antología, Friedemberg augura que "la extrema coherencia de la obra de Ortiz y el modo en que a lo largo de poemas y libros aparecen una y otra vez temas, obsesiones y modos expresivos "permitirán al lector acceder a la enorme riqueza y singularidad de esta tentativa poética" y disfrutarla "en toda su complejidad intelectual y estética". Explica luego que su decisión de dar mayor espacio al último libro de Ortiz, La orilla que se abisma, responde a la convicción de que en él el poeta "alcanza el más alto grado de definición y refinamiento de su propuesta poética" y un nivel de maestría "que lo instala entre los nombres insoslayables de la lírica universal". Finalmente: "La poesía de Ortiz es tan profundamente placentera como ardua de abordar" porque "aquello que dice es siempre de algún modo inaferrable" e impone al lector "una extrañeza que hace de la lectura una tarea intensa y exigente".

Entre Ríos, el paisaje. Juan Laurentino Ortiz nació en l896 en la provincia de Entre Ríos, de la que pocas veces salió en sus 82 años de vida. El paisaje y las impresiones de la infancia fueron decisivos en la formación de su mundo de sensaciones. En un relato oral de los primeros años de su vida, Ortiz recordaba, con su voz aguda y expresiva: "Nací en Puerto Ruiz, bien cerquita del río y cerca de Gualeguay: dos leguas. Era un puerto importante; me he criado sintiendo la pitada de los vapores. Éramos diez hermanos. Mientras hacía la escuela primaria yo era el candidato para todas las tareas; me mandaban a pastorear las vacas. La escuela elemental la hice en Villaguay; esto no me impedía estar continuamente con el pastoreo de las vacas, en el monte. Eso fue para mí fundamental, porque allí aprendí tantas cosas". Y más adelante: "Aunque me gustaba, yo no buscaba la aventura por la aventura: todo lo que fuera concentración, sí. Hasta en Villaguay, siendo chico, yo decía: si pudiera uno mirar, y mirar, y mirar, y llegar a pescar el sentido de este color que está más allá del color" (...) "La aventura siguió allá, en las islas. Descubrimiento de las cosas del río, de las orillas. Andábamos en canoa con otro muchacho, llevando siempre los libros. Hasta de noche, en las noches de luna. A veces, tomábamos un caballo sin riendas y por ahí nos largábamos por el parque, con otro más. Mucha gente decía que era un lobizón, que llevaba tres jinetes. Y éramos nosotros tres sobre un caballo sin riendas, tomados de las crines" (1).

Salvo un par de años de adolescencia (1913-1915) pasados en Buenos Aires, el poeta vivió en su provicia con algunos desplazamiento entrerrianos que están referidos con sus particulares tonos y cadencias en muchos de sus poemas: de Villaguay a Gualeguay, y de allí a Paraná. Los años de Buenos Aires permitieron al joven Ortiz conocer algunos poetas y grupos literarios de la capital, pero sobre todo desarrollar una enorme avidez por la lectura, que en esos años estaba centrada en autores como Juan Ramón Jiménez, Enrique Banchs, Baldomero Fernández Moreno o Antonio Machado. También percibir la utopía redentora que se estaba gestando y que hizo suya sobre todo a partir de acontecimientos de las primeras décadas del siglo, atravesadas por el anarquismo, la Revolución de Octubre y luego la Guerra Civil española.
JUANELE
Ortiz publica su primer libro de poemas en 1924 y desde entonces hasta 1958 son diez los títulos en los que va desplegando su cosmovisión poética, compleja e iridiscente, siempre buscando ir más allá de las imágenes del paisaje y más allá de las palabras. Esa obra personalísima, generada lejos de los circuitos literarios de Buenos Aires y en una comunión solitaria con su propio mundo cósmico y vital, estuvo en esos años difundida en pequeñas ediciones de autor de escasa circulación. Fueron El agua y la noche (1924-1932), El alba sube...(1933-37), El ángel inclinado (1937), La rama hacia el este (1940), El álamo y el viento (1947), El aire conmovido (1949), La mano infinita (1951), La brisa profunda (1954), El alma y las colinas (1956), y De las raíces y del cielo (1958).

La fuidez, la musicalidad, el crecimiento arborescente de las palabras, que estas obras iban modulando con creciente riqueza expresiva, no fueron valoradas en ese tiempo. Salvo algunas excepciones, como la del poeta Carlos Mastronardi que, además, promovió la publicación de estos títulos. Tempranamente, Mastronardi advierte en Ortiz: "Sus poemas dejan traslucir una ánimo reverente y humilde ante las cosas, una actitud que excluye todo énfasis y que no pretende avasallar al lector con efectos voluntariamente deslumbrantes. Procede de acumulación de leves toques verbales y de suaves notaciones líricas (...) La mención de tenues colores, destinados a fijar las graduales mudanzas que traen las horas, es recurrente en sus páginas, donde siempre campea una suerte de gracia pudorosa".

Una de las características singulares de Ortiz fue que una vez completada su formación literaria como adulto --nutrida por autores como Samain, Mallarmé, Rilke, Ungaretti, Elouard o Yanis Ritsos, al que tradujo al castellano-- esta alimentó una rara sabiduría sobre los hombres y las cosas. Como unos pocos grandes artistas de su siglo, sin moverse prácticamente de su lugar de nacimiento tuvo un amplio conocimiento del mundo y de su literatura. Como ocurriera con el poeta José Lezama Lima, que apenas salió de Cuba natal, o el pintor Giorgio Morandi, que con mínimos desplazamiento fuera de Italia tuvo una secreta sintonía con el arte de su tiempo. El poeta supo siempre distinguir entre la obra y la época. Así: "Si uno hace las cosas con su vida, no importa que esa época, ese público, ese sector de amigos o de críticos, lo reciban mal o no entiendan, o que simplemene lo consideren con desdén o hasta se olviden. Lo que ha nacido, a la larga...a la larga aparece porque vienen otras sensibilidades".

Efectivamente, la obra había nacido y vinieron otras sensibilidades. En los años sesenta, Ortiz se fue convirtiendo en un escritor secreto pero admirado por un pequeño grupo de poetas, escritores y lectores de sus libros ya para entonces difíciles de encontrar. La gran atracción que ejercieron sus textos contribuyó al renacer público de su obra.  Ya era Juanele, con su figura desgarbada de una extraña elegancia,  su delgadez y su fragilidad, su cabellera gris libremente dispersa, las finas boquillas que usaba, los estrechos y pequeños tipos de letra que buscaba que tuvieran las ediciones de sus libros.


Una edición mítica. La recuperación de Ortiz se materializó en 1971 con la publicación de En el aura del sauce, que reunió los diez primeros libros citados y otros tres hasta entonces inéditos: El junco y la corriente (que recoge en parte las huellas poéticas de un viaje a China que el autor realizó en l957); El Gualeguay, largo poema-río que tiene resonancias autobiográficas; y La orilla que se abisma, curso final, caudaloso y de gran intensidad lírica, con el que concluye su obra poética (2).

En el prólogo  de esta edición, convertida ya en una rareza de bibliófilo, el poeta Hugo Gola situaba el lugar de Juan L. Ortiz en la cultura de su país: "Quizá no encontremos otro caso semejante en toda la literatura argentina. Más de cincuenta años de trabajo para construir pacientemente un orden homogéneo y real, viviente y articulado; un mundo complejo, tejido con la precaria circunstancia de todos los días, con la alta vibración de la historia, con la angustia secreta de la pobreza y el desamparo y la repetida plenitud de la gracia".

Poco antes de la publicación de En el aura del sauce, otro poeta, Francisco Urondo, subrayaba la importancia de esa obra en el artículo Juan L. Ortiz, el poeta que ignoraron  (La Opinión cultural, 4 de julio de 1971). Al finalizar el encuentro entre ambos, Urondo le pregunta a Ortiz si no teme que la salida de ese libro "provoque un revuelo convencional que de alguna manera lo oficialice". "Esto sería muy grave --responde--. De ningún modo, de ningún modo: llegar a lo que han llegado amigos que aprecio mucho. Sería echar a perder todo".

ORTIZ VISTO POR SÁBAT
La Opinión Cultural. 1971
POESÍA COMPLETA
Editorial Bibloteca, 1971.
Varios años más tarde, la obra total de Ortiz fue objeto de varios análisis críticos entre los que destaca el amplio y profundo ensayo La experiencia poética, de Alfredo Veiravé (3). En ese libro se subraya que la poesía de Ortiz "encierra el conflicto insoluble de la conciencia de lo posible y de lo imposible dentro de la escritura poética. Como un héroe o como un santo, como un Kafka o un Rilke, sostuvo hasta el final las fuerzas de un creador con o sin interlocutores, que, iluminado por las interrogaciones conmovedoras de la acción del espíritu, se entregó --antes que al silencio-- al exilio de su experiencia solitaria, sin rehuir las alternativas de su destino".
POESIA Y PROSA COMPLETA
Universidad del Litoral, 1996
Finalmente, veinticinco años después de la salida de En el aura del sauce, se publicó, en 1996, la Obra Completa de Ortiz, que incluye la totalidad de sus libros publicados pero otra vez inhallables, una sección de poemas reunidos póstumamente (Protosauce), textos en prosa y estudios críticos sobre distintos aspectos de esa obra (4). En el artículo que encabeza esta singular edición, titulado Juan, el escritor Juan José Saer evoca: "El aspecto venerable de Juan, sus largos cabellos blancos, su cuerpo estricto y nudoso, la cortesía superior de sus ademanes y de sus palabras, podía incitar a quienes lo conocían vagamente a esperar de él los aforismos de un supuesto maestro, las sentencias de un director de conciencia o la solemnidad estudiada de un santón...La enseñanza de Juan era el propio Juan, la simplicidad de su vida y de sus relaciones, la conciencia de sus límites y sus conflictos, su ironía constante...y la aceptación valerosa de su propio destino".

El coordinador de la Obra Completa, Sergio Delgado, dice en su estudio introductorio: "Juan L. Ortiz escribió a lo largo de su vida un único libro: En el aura del sauce. Tal evidencia formal y temporal de una obra y de una vida adquirió sin embargo, para el medio cultural donde le tocó manifestarse, una increíble invisibilidad". "Con esta invisibilidad --añade-- colaboraron la ausencia misma del texto: agotado, destruido, nunca reeditado, salvo en una pocas antologías que lejos de entregarnos ese ramillete que nos promete la etimología nos dejan más bien la sensación de una poda".

Quince años después de su publicación, también esta voluminosa Obra Completa en un solo tomo es muy difícil de encontrar. Así, esta poesía que fluye en ausencias y reapariciones editoriales tiene el mismo aliento que su creador le diera desde el principio. Ortiz: ¿poeta para poetas? Y sin  embargo...: "La poesía no pertenece a nadie o es de todos. De aquí que debamos hacer todo lo posible para crear las condiciones necesarias para que todos la sientan, o mejor, para que todos puedan vivirla en todos los momentos, como que todos los momentos tienen su ritmo. Lo que significa colaborar en la transformación del mundo, en el cambio de la vida" (5).
"Lo importante es la poesía que se vive, la poesía anterior a su expresión. La que circula y está como el aire...A veces pienso que hay un poco de cenizas de los momentos que ardieron, de lo que se quemó".

"Yo quisiera hacer una cosa completamente transparente, invisible casi. Donde no hubiera ni siquiera imagen, ni mención o apenas. Sería lo ideal".

"Hay que perder los vestidos y hay que perder la identidad/ para que el poema, deseablemente anónimo/ siga a la florecilla que no firma, no, su perfección/ en la armonía que la excede..."

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(1) Las vacas de niebla, historia de vida de la infancia y juventud de Ortiz, publicada en el suplemento cultural del diario La Opinión el 3 de diciembre de 1972 (páginas 6 y 7).

( 2) En el aura del sauce. Editorial Biblioteca, Rosario, 3 tomos. Departamento de publicaciones de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil. 1971.

(3) Juan L. Ortiz, la experiencia poética. Alfredo Veiravé. Ediciones Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1984.  Al año siguiente se publicó otro estudio: Juan L. Ortiz, el Contra-Rimbaud, del poeta y ensayista Luis Benítez (Ediciones Filofalsía, Buenos Aires, 1985).

(4) Obra Completa. Universidad del Litoral, Santa Fe, 1996. Coordinación y notas de Sergio Delgado. Textos de Juan José Saer, Hugo Gola, Martín Prieto, D.G. Helder, Marylyn Contardi y María Teresa Gramuglio. 1.121 páginas.

(5) De "Mi experiencia", página autobiográfica de l941 recuperada en el libro Una poesía del futuro: conversaciones con Juan L. Ortiz, que reúne una serie de entrevistas al poeta realizadas por escritores argentinos. Editorial Mansalva, Buenos Aires, 2008.

A mediados de 2011, Losada ha reeditado en un volumen La rama hacia el este y El álamo y el viento. Y en otro La orilla que se abisma.

IMAGENES FÍLMICAS:

Homenaje a Juan L. Ortiz, documental de Marilyn Contardi. Universidad Nacional del Litoral, 1994.

La orilla que se abisma, largometraje de Gustavo Fontán (2008), un intento de traducir a texturas visuales el mundo literario del poeta.