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martes, 23 de agosto de 2011

Enrique Raab-Luchino Visconti: mucho más que cine


Un libro muy especial se puede encontrar desde hace tres meses en las librerías argentinas:  Raab/ Visconti: La tierra tiembla, coordinado por Máximo Eseverri (1). Se trata de la edición de ensayos críticos de distintos autores sobre la obra del cineasta italiano Luchino Visconti que el periodista Enrique Raab reunió hace cincuenta años en el cuaderno número 10 del club Gente de Cine al que pertenecía, y que eran hasta hoy inhallables. Pero se trata de muchas cosas más, previas y posteriores a aquella publicación cinéfila: en primer lugar, de recuperar la trayectoria de uno de los periodistas más talentosos de su generación, de seguir el hilo de una época a través de sus intereses culturales y políticos, de valorar un cúmulo de debates que ciertas películas propiciaban en un medio fértil para su consumación y desarrollo, de marcar finalmente los pasos en que todo eso fue ahogado por la dictadura. 


ENRIQUE RAAB


LUCHINO VISCONTI

El interés especial de Raab por La tierra tiembla (La terra trema, 1948), segunda película de Visconti, no estrenada comercialmente en Argentina, arranca en los años en que concibe y edita el citado cuaderno de Gente de Cine (en 1961), pero subsiste hasta los momentos previos al golpe militar de 1976 en los que al parecer deseaba realizar una exhibición privada del film para amigos y compañeros militancia, que no llegó a realizarse debido al clima de fuerte represión que ya entonces hacía difícil este tipo de reuniones.

PORTADA DEL LIBRO (2011)
Inaugura una colección sobre cine
que publicará Eudeba.
Los ensayos sobre Visconti firmados por críticos como Guido Aristarco o Willy Acher o textos del director Michelangelo Antonioni, agrupados por Raab, constituyen certeros documentos de las polémicas de la época y ayudan a entender el horizonte de posibilidades que las animaba. Se agregan en el libro ahora editado la traducción española de los diálogos completos de la película, casi enteramente en siciliano con algunos comentarios en italiano; un texto del propio director sobre su proyecto fílmico, y un artículo inédito acerca del cine viscontiano de este período, escrito por el investigador del Conicet Mariano Mestman. La introducción general de Máximo Eseverri (2) recorre la trayectoria vital, periodística y política de Raab, en contrapunto con el contexto de la época en que vivó. Finalmente, cada ejemplar contiene una copia restaurada en DVD de La tierra tiembla.

Italia, el neorrealismo y la posguerra. A finales de la Segunda Guerra Mundial Italia era un país postrado y gran parte de su población, en especial la del Sur, vivía en la miseria. Un grupo de cineastas se fue haciendo cargo entonces de que para contar esa hora cero debía tener en cuenta unas arraigadas tradiciones, como la del catolicismo y la imaginería local, pero sobre todo tenía que inventar un nuevo lenguaje que diera cabida a una suerte de naturalismo reparador, que pusiera en el centro de las historias a personajes populares. Rápidamente, en el interior del movimiento neorrealista (integrado por guionistas, críticos y directores tan diversos como Rossellini, De Sica o Visconti), empezaron los debates acerca de las insuficiencias de un lenguaje que no diera el paso al realismo crítico, incorporando a situaciones y personajes elementos del análisis marxista sobre la realidad italiana –con los escritos precursores de Antonio Gramsci como fondo-- para situar la producción cultural (y el cine en particular) en la senda de un despertar de conciencias: después del fascismo y del drama de la guerra, el futuro, aunque difícil, estaba por delante y las imágenes debían cumplir un papel en su conquista. De las parábolas aleccionadoras, entonces, al distanciamiento crítico: Visconti no duda en esos años en explorar esta posibilidad. La terra trema es el punto de partida.

´NTONI VALASTRO EN `LA TERRA TREMA'
El pescador Antonino Archidiácono es el protagonista del film de Visconti, cuyo argumento está libremente
inspirado en I Malavoglia, del escritor siciliano Giovanni Verga (1840-1922).
El propio director la describía así: “Los hechos representados en este film suceden en Italia, más precisamente en Sicilia, en el pueblo de Aci Trezza, que se encuentra situado en el Mar Jónico, a poca distancia de Catania. La historia que narra el film es la misma que se repite año tras año, en todo el mundo, en todos los países donde hay hombres que explotan a otros hombres. Las casas, las barcas, el mar, son los de Aci Trezza. Todos los actores del film fueron elegidos entre los habitantes del pueblo: pescadores, muchachas, jornaleros, albañiles, mayoristas de pescado. Ellos no conocen otro idioma que el siciliano para expresar rebeldías, dolores, esperanzas. El idioma italiano no es en Sicilia el idioma de los pobres”.

De Viena a Buenos Aires: un exilio. Diez años antes de que se estrenara La terra trema en la IX Mostra del Festival de Venecia --donde ganó el gran premio internacional--el industrial textil Salomón Raab y su esposa llegaban a Buenos Aires con sus hijos Evelina y Enrique. Éste, futuro periodista, tenía seis años y con su familia había hecho el peregrinaje al exilio de muchos judíos europeos de entonces: huir de la Viena natal tras la anexión de Austria  por parte de la Alemania nazi. Después de deambular por Grecia, España e Italia, la familia Raab se embarcó en Trieste rumbo a Argentina, país que ya entonces albergaba a decenas de miles de emigrantes europeos. Ninguno de ellos hablaba castellano: Enrique fue el que primero lo aprendió rápidamente (habrá de dominar cinco idiomas el resto de su vida) e hizo las veces de traductor para estos exiliados centroeuropeos en sus primeros pasos por la ciudad del Sur. Gran lector desde pequeño, cursó después el bachillerato en el Colegio Nacional de Buenos Aires.


Gente de Cine: una vocación. Raab se incorporó a la vida periodística argentina en los años sesenta. Él era muy especial y el momento también lo era. Su singularidad residía en una amplia formación cultural, de naturaleza no académica, que abarcaba además del cine, el teatro o la ópera (lenguajes deudores de la gran tradición europea con la que estaba familiarizado), la literatura y el arte, saberes todos integrados en una mirada abierta a los nuevos medios, como la televisión, y en una sensibilidad aguda para percibir y calibrar las manifestaciones populares, nunca demagógica, siempre vivaz para encontrar ángulos significativos en hechos que para otros eran casi banales. Ahí están sus extraordinarias crónicas para mostrarlo (3).

CUADERNO PREPARADO POR RAAB (1961)
La foto de portada corresponde al film
de Visconti Rocco y sus hermanos, que acababa
de estrenarse en Buenos Aires.
Pero sin duda su primera militancia cultural fue el cine. Experto en el movimiento expresionista alemán de los años veinte, admirador del nuevo cine italiano y francés, Raab integró el club Gente de Cine, que, como revela su nombre, no era sólo un grupo de aficionados sino un conjunto de personas para las cuales el cine (todo el cine) era una razón de pertenencia. Un fenómeno, el de los cineclubes,  desarrollado a mediados de siglo XX tanto en Buenos Aires como en Montevideo, que permitía a sus miembros, mediante una persistente dedicación, estar al día con las novedades de entonces (fueran estas el cine de Bergman, la nouvelle vague francesa o el nuevo cine inglés), proyectar los filmes y escribir sobre ellos. Todo eso en una época en que las distancias no eran virtuales sino reales, y las dificultades económicas y de comunicación, muchas. De allí Raab pasó al Cine Club Núcleo, una escisión del anterior, que al mantener un carácter más abierto supo incorporar a sus actividades una mayor diversidad de aficionados jóvenes. Los libros sobre cine y las películas atesoradas en esos años pasaron a formar parte posteriormente del acervo de la Cinemateca Argentina.

El periodismo de los sesenta. Estas iniciativas culturales, surgidas al margen de todo apoyo estatal y que servían además para eludir la censura cinematográfica, tejen uno de los hilos del clima de la época que dio lugar, a partir de l962, a una renovación del periodismo argentino. Desde ese momento, el surgimiento de revistas como Primera Plana, Todo, Panorama, Confirmado, Siete Días, Análisis o diarios como El Cronista y La Opinión marcó un cambio sustancial de los enfoques informativos, del análisis de los productos culturales, de la investigación sobre los temas, e instauró formas innovadoras de redactar las crónicas o tratar las entrevistas. También generó la búsqueda de un nuevo público para medios que en general no tenían una llegada muy masiva y en cambio exhibían considerable influencia en círculos políticos, económicos y culturales. Tanto en esta década como en la siguiente, este tapiz de medios dependió de otra trama de sostén –la económica y la política—, circunstancia que con frecuencia aunó, en algunos de estos medios, bajo una misma dirección periodística, renovación cultural y conspiración golpista y antidemocrática.


LA BIOGRAFIA (2007)
Retrato coral de la figura de Raab
 y de su época.
El análisis más profundo de este fenómeno exigiría un desarrollo amplio de la coyuntura internacional y nacional de entonces (y la relación entre ambas), un estudio sobre la inestabilidad política del país, la proscripción del peronismo y la secuencia de intervencionismo militar; también una investigación sobre las empresas que daban sustento a este nuevo periodismo, la forma en que fueron gestionadas y dirigidas, y el tipo de profesionales que integraron sus variados y talentosos equipos de redacción. No es el propósito de este artículo. La alusión a las revistas y diarios citados obedece al hecho de que en todos ellos destacó el trabajo de Enrique Raab. Como crítico de cine y teatro, como corresponsal en París, como cronista político, como enviado especial, como autor de misceláneas de la vida social, como analista de ídolos televisivos, como comentarista de libros. 


LAS CRONICAS (1999)
Una selección de los trabajos
del periodista
Una selección de este notable conjunto de escritos se publicó en 1999 (Enrique Raab, Cónicas ejemplares. Diez años de periodismo antes del horror (1965-1975), con selección y prólogo de la periodista y escritora Ana Basualdo (3), que en su excelente introducción al periodismo de esa época alude a los varios mundos que coexistían en esa efervescencia cultural y señala que Raab era “el que mejor daba cuenta de una manera de entender (unidos) el periodismo, la cultura, la política y la calle”.

De este modo: “El compromiso del reportero no era sólo con un encuadre político sino con cualquier cosa que ocurriera, donde ocurriera. Todo tenía que ser narrado, porque todo conducía, por la buenas o por la malas, a la misma quimera de la revolución”. O: “La fuerza de la escritura de Raab está en la rapidez, el fogonazo, el movimiento de travelling de frases que [por ejemplo] persiguen multitudes peronistas hacia Plaza de Mayo y que captan, en cortes abruptos, el drama de la JP ante un Perón que se le muestra siniestro, sin máscara, en el último acto que compartieron (el 1 de mayo de 1974); frases que filman y ensamblan planos de grupos enemigos y tienen tiempo de encerrar, en un redondel semejante al ojo de gato del cine mudo, una cara ilusionada o rabiosa”.


RAAB (AL CENTRO) EN EL RODAJE DE SU CORTOMETRAJE `JOSÉ´

La tierra tiembla. Raab tenía más de 35 años y esta destacada trayectoria periodística cuando, al calor de la radicalización política del país --que incluyó, entre otros, a amplios sectores profesionales de entonces-- se vinculó a la militancia sindical en agrupaciones de izquierda del gremio de prensa.  Sus posteriores compromisos políticos fueron, según el testimonio de algunos de sus compañeros, los de una persona que no consideraba incompatible sus intereses intelectuales y su mirada crítica con la colaboración consciente con un proyecto al que consideraba revolucionario. Hasta 1975 Raab continuó manteniendo sus trabajos profesionales y a mediados de ese año pasó a escribir, sin firma, en la revista semiclandestina Nuevo Hombre, que entonces dependía del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

Más de un año antes del golpe militar de marzo de l976, la situación muchos periodistas que eran o habían sido simpatizantes, colaboradores o militantes de organizaciones políticas o guerrilleras, tanto de la izquierda peronista como de la izquierda de otros orígenes ideológicos, estaban en el punto de mira de la  ultraderechista Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), generada en el Ministerio de Bienestar Social de José López Rega.  Raab recibió en noviembre de 1975 amenazas de muerte de la Triple A (“judío, rusito, comunista, estás muerto”), por lo que abandonó su domicilio habitual, que unos días más tarde fue destrozado por un grupo de desconocidos.

En medio del atroz clima de persecución con que arrancó la dictadura, el periodista participó en la gestación de una publicación que nunca llegó a salir, El ciudadano. Amigos de esa época dijeron que había desechado la idea de dejar el país para desarrollar tareas políticas en el exterior. Fue secuestrado a los 45 años de edad por un grupo de tareas de la Marina el 16 de abril de 1977 en su domicilio de la calle Viamonte de Buenos Aires. Desde entonces está desaparecido. Testimonios de supervivientes indican que estuvo en el centro de tortura y exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).


LAS HERMANAS DE ´NTONI VALASTRO
Al fondo, la madre con una nieta en brazos en el interior de la casa de los pescadores.
Treinta y cuatro años después, en el predio en el que funcionó este siniestro campo, ya recuperado por las autoridades civiles, se levanta el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, donde el libro Raab/ Visconti. La tierra tiembla fue presentado una fría tarde del pasado junio. En el mismo acto, y en un clima de emoción contenida,  se proyectó la copia en 16 milímetros de la película, que el Cineclub Núcleo trajo a Buenos Aires en los años sesenta. El viejo proyector de las bobinas del film, situado en la parte trasera del auditorio, ronroneaba como lo hubiera hecho décadas atrás, en cualquier sesión de cineclub, mientras en la pantalla Visconti desplegaba su maestría para contar la primera parte de La terra trema (subtitulada Episodio del mar, una epopeya de pescadores) que debía continuar con un film sobre mineros y otro sobre campesinos, como parte de una trilogía de Sicilia que nunca completó.

Nota al pie. Conseguí mi primer trabajo como periodista en 1967, en la revista semanal Confirmado que dirigía Jacobo Timerman. No recuerdo quién me sugirió acercarme a esa redacción para ver “si necesitaban a alguien”. Eso hice, eso se hacía entonces. La persona que salió a atenderme era Enrique Raab. Me escuchó con atención y cordialidad y me dijo que haríamos una prueba, que trajera un reportaje sobre un tema de deportes y una crítica de cine, dos cuestiones que habían salido en la conversación y probablemente dos secciones en las que había “un hueco”. Así fue: a los pocos días, después de una nueva entrevista, quedó desechada la crítica de cine pero entré a trabajar en la sección de reportajes de Sociedad.

Desde entonces, coincidimos en algún otro medio, ya había leído sus crónicas magistrales y fueron muchos los encuentros breves y circunstanciales de esos años en los estrenos de teatro o de cine, o en los pasillos de alguna redacción. Varios periodistas de mi generación reconocen en él a la persona que se tomó el trabajo de enseñarles a mejorar, en una suerte de rito de pasaje del oficio. El cariño, la admiración y el respeto por su talento se asentaban en ese aspecto de su personalidad, que era una de sus distintas vidas, muchos lo supimos después. Ya hacia 1973 su figura se me hace borrosa y no volvimos a vernos.

“¿Te enteraste?”, es la pregunta que más recuerdo en su boca, antes de contar alguna información o hecho intuido o imaginado. “¿Te enteraste?”, seguido de un breve silencio y una mirada expectante con sus ojos vivaces.

En alguno de los libros citados en este artículo se recuerdan los últimos tiempos en los que Raab debía pernoctar en otras casas, ya que era riesgoso volver a la suya, donde a pesar de todo un día fue secuestrado. El libro que acaba de editar Eudeba es, también, un lugar seguro para esa inteligencia.

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(1) Raab/ Visconti. La tierra tiembla. Publicado por la Editorial Universitaria de BuenosAires (Eudeba) y el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti. Colección Cosmos. Buenos Aires, abril de 2011.

El libro tiene prólogo de Eduardo Jozami, director del Centro Haroldo Conti, y una amplia introducción del coordinador, Máximo Eseverri. Ensayos reunidos: “Ilusión y realidad en la obra de Visconti”, de Roberto Rosenfeldt (1961), “Experiencia cultural y experiencia original en Visconti”, de Guido Aristarco (1960); “Variaciones hacia el hombre”, de Willy Acher (1956); “Una cuestión de contenido”, entrevista a Visconti realizada por Jacques Doniol-Valcroze y Jean Domarchi (1959); “El gesto poético”, de Michelangelo Antonioni (1949); “Ejemplo del estilo de Visconti. Análisis de las escenas I a VIII de La tierra tiembla”, de Brunillo Rondi (1949). Los diálogos completos de La tierra tiembla, de Fausto Montesanti (traducción de Juan Carlos Bosetti); “Pescadores sicilianos en las redes del Conde Rojo milanés”, de Mariano Mestman; y finalmente, “Apuntes para un film documental sobre Sicilia”, de Luchino Visconti (traducción de Aurora Chiarmonte).

(2) Máximo Eseverri es autor de un libro anterior sobre el periodista: Enrique Raab: claves para una biografía crítica. Periodismo, cultura y militancia antes del golpe. Editorial Prometeo Libros. Buenos Aires, junio de 2007. Un retrato coral armado con declaraciones de quienes conocieron a Raab en su trayectoria personal y profesional, y un análisis de la huella que ha dejado su trabajo.
Algunos de los datos recogidos en este libro fueron utilizados para realizar el presente artículo.

(3) Crónicas ejemplares, de Enrique Raab. Selección y prólogo: Ana Basualdo. Editorial Libros Perfil, Buenos Aires, mayo de 1999. Reúne, entre otros trabajos periodísticos del autor, una serie de crónicas sobre “Portugal y la revolución de los claveles” (mayo-junio de 1974); sobre actos políticos en la Plaza de Mayo (1974-75); una larga entrevista a Bertrand Russell (agosto de 1965), semblanzas de Tita Merello (1974) y de Manuel Mujica Láinez (1975). Críticas de libros, de cine, de teatro y televisión.
El libro se encuentra agotado y no ha vuelto a reeditarse.

Otro libro (Cuba, vida cotidiana y revolución, de Enrique Raab. Ediciones de la Flor, 1974) reúne las crónicas escritas como enviado especial del diario La Opinión a ese país.

En 1962, Raab dirigió el cortometraje José (con guión de Ricardo Halac), que se ha perdido.










domingo, 7 de agosto de 2011

James Castle: autodidactas en el (corto) circuito del arte


Dibujo de James Castle, incluido, como todas las obras aquí reunidas, en la exposición
Mostrar y almacenar del Museo Reina Sofía de Madrid.


Dibujo. James Castle Collection and Archive.

Dibujo. Colección particular.


Dibujo. James Castle Collection and Archive.

Construcción. Colección particular.

Páginas interiores de un libro hecho a mano.
James Castle Collection and Archive.


Dibujo. James Castle Collection and Archive.


Aguada. Colección particular.


OBRAS DE JAMES CASTLE (1899-1977)
Ninguno de los dibujos, collages, construcciones, libros hechos a mano y aguadas del artista estadounidense tiene título ni fecha de realización. Las centenares de obras que realizó durante seis décadas fueron guardadas por el autor, según su tamaño, en paquetes hechos con papeles reciclados, atados con distinto tipo de hilos.
Muy pocos de estos trabajos fueron expuestos en vida de Castle.

¿Quién fue este artista, capaz de crear durante buena parte del siglo XX una belleza agreste y al mismo tiempo delicada, de explorar obsesivamente un mundo de objetos y escenarios de su entorno con materiales precarios amorosamente trabajados hasta la exactitud, y de frecuentar los estilos de la representación, desde la cruda reproducción de ropas y paisajes hasta las vaporosas abstracciones de la subjetividad? A medida que se van recorriendo con sorpresa y curiosidad las dos salas que el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid dedica a la retrospectiva James Castle. Mostrar y almacenar (1), esa pregunta elemental lleva directamente a los datos de su singular biografía.


James Castle nació en el último año del siglo XIX en la localidad campesina de Garden Valley, en el Estado de Idaho, al noroeste de Estados Unidos, y toda su vida fue completamente sordo. A los 15 años abandonó después de cuatro años los estudios en una escuela para sordos de su región sin dominar el habla y tampoco el lenguaje de los signos. No sabía leer ni escribir. Dibujaba, sin embargo, desde los seis años. No tuvo ninguna formación académica pero, según su familia, dedicó muchísimos días de su vida a elaborar cientos de pequeñas obras, que quedaron al cabo de un tiempo almacenadas por él mismo en las tres casas que fue habitando con su familia (en su valle natal, en Star y en Boise). Vivió inicialmente con sus padres, los granjeros y comerciantes Frank y Mary Castle, y seis hermanos.

La exposición pretende difundir una obra prácticamente desconocida en Europa, elaborada durante más de medio siglo al margen de los circuitos del arte, y hacerlo poniendo en primer plano sus interrogantes y valores comunicativos más que la previsible valoración centrada en la marginalidad y aislamiento derivados de la vida de Castle. "La tentación ha sido la misma durante décadas: dotar de sentido a la obra de un artista en función de esas limitaciones", cree Manuel Borja-Villel, director del museo, al referirse a las categorías de art brut o outsider art, arte naïf, etc. Pero, una vez establecido que Castle "buscó una forma de comunicarse, superada esa primera barrera, queda por analizar lo más trascendental de un discurso (los valores y significados profundos que surgen de sus obras) cuya presencia, como la carta robada de Poe, es evidente pero permanece invisible en el fragor de una ansiosa búsqueda de rarezas, de otredades vinculada a esas etiquetas metodológicas".

Dibujos, construcciones, libros. Gracias a que un sobrino del artista mostró algunos de sus trabajos a profesores de la Museum Art School de la Portland Art Association, cuando Castle tenía 52 años se hizo la primera muestra de sus trabajos, seguida de unas pocas más hasta su muerte en 1977. Pero su obra se vincula al arte contemporáneo mucho después, cuando el interés de algunos artistas y estudiosos en esta obra permite la realización de exposiciones individuales realizadas en Nueva York a partir del año 2000. Lynne Cooke (2), comisaria de James Castle. Mostrar y almacenar, señala que es entonces cuando se divide la obra en tres categorías, de acuerdo a los materiales y métodos de trabajo: los dibujos, que el artista realizaba con hollín extraído de las salamandras de leña de la casa; las construcciones, elaboradas con fragmentos cosidos de cartulina coloreados; y los libros hechos a mano, desde las tapas hasta las páginas interiores, con distintas fórmulas de escritura de  signos o borrones ininteligibles (2). Finalmente, después de varios años de acopio y estudio de la ingente producción de Castle, fue la gran retrospectiva organizada en 2008 por Ann Percy en el Philadelphia Museum of Art la que consolidó su nombre como creador.


Dibujo. Colección Thomas Isemberg
La imagen probablemente corresponda a la oficina de correos de Garden Valley que los padres del artista atendían a principios del siglo XX

Dibujo. Colección Anita Kay Hardy y Gregory Kaslo.
Imagen de Castle que refleja la sala de la Boise Gallery of Art (hoy Boise Art Museum) en la que se exhibieron algunos de sus trabajos en 1963.


Construcción.
James Castle Collection an Archive.


Aguada. Colección Selig y Angela Saks


Libros hechos a mano.
Materiales reciclados
 de diverso tamaño.

Dibujo. James Castle Collection and Archive.























Muchas de estas obras están enfocadas de modo frontal, en otras domina la perspectiva, casi nunca son dibujos al aire libre por lo que la luz que asoma es muy especial y los márgenes aparecen casi siempre cubiertos. Si bien la ausencia de fechas añade un elemento de indeterminación a los distintos estilos que Castle fue elaborando, el abundante uso de periódicos, revistas, publicaciones diversas, envases comerciales o sobres de cartas como base para sus trabajos (cuando se lo ofrecieron, desechó la idea de trabajar con papeles específicos para dibujar) sitúa la obra en las décadas de auge estadounidense del consumo masivo reflejado en los medios, que también llegaba a los lugares alejados de los centros metropolitanos en los que residieron los Castle. "A pesar de que devoraba con avidez tiras cómicas y caricaturas en los periódicos a los que estaba suscrita su familia, raras veces adoptó esas formas de expresión gráfica", relata Cooke, subdirectora de Museo Reina Sofía desde 2008. Al referirise a otro "pequeño grupo de obras inquietantes que se centran en los reinos inmateriales", esta especialista sostiene que invitan a la comparación con estudios visionarios o experimentales como los de Turner, Corot o Reverón.



Aguada. Colección particular.

Acción como aprendizaje. El fabricante de ropa, crítico de arte y galerista estadounidense Sidney Janis, gran admirador del artista autodidacta Henri Rousseau, publicó en 1942 un texto en el que analizaba las obras de distintos artistas desconocidos en relación con su forma de aprendizaje. El carácter autodidacta de un artista no califica la obra, decía, sino la manera en que ha adquirido las habilidades para desarrollar su arte. Cita este artículo Suzanne Hudson (2), profesora de arte moderno de la Universidad de Illinois, quien concluye que "lo autodidacta no designa un estilo, sino una condición de aprendizaje y una acción, una acción como aprendizaje".

Por esos años, el pintor y escultor francés Jean Dubufett, quien acuñó la expresión art brut, iniciaba en Europa la búsqueda de obra de artistas por distintos motivos marginales y necesariamente autodidactas; a lo largo de los muchos años, y de una accidentada peripecia, logró reunir unas cuatro mil piezas de doscientos artistas que integran la Colección del Art Brut, cuya sede desde 1976 está en la ciudad suiza de Lausana. Lucienne Peiry, la directora de esta colección, ha señalado: "A pesar de la extraordinaria diversidad de las producciones, Dubufett enuncia claramente en sus ensayos posteriores los principios --más filosóficos que estéticos-- sobre los que reposa la noción de art brut: ausencia de formación artística, ignorancia de toda tradición cultural, reinvención de las etapas del acto creador, elaboración de la obra en el anonimato, desarrollo autárquico de las producciones" (3).


Obra inacabada. James Castle no tuvo ninguna ocupación distinta a la del arte, recuerda Hudson.  Al morir sus padres, el artista quedó bajo la tutela de su hermana Peggy y de su marido. En 1962, estos le compraron una caravana, la situaron muy cerca de la casa y en ella el artista tuvo desde entonces el taller en que desarrolló un trabajo extraordinariamente prolífico, manejando con libertad y perspicacia una gran variedad de materiales reciclados: "La afinidad de este proceso consistente en tomar elementos de los medios impresos (y posiblemente de la televisión, que su familia compró en 1963 con los beneficios de la venta de su arte) con la obra de Robert Rauschenberg y otros artistas dedicados a la estética de los desechos comerciales a mediados de siglo no es irrelevante, aunque parece involuntaria", afirma esta crítica. "Castle no conocía estos trabajos --su obra los precedió, coexistió con ellos y, en algunos casos, los sobrevivió--, pero tales préstamos autóctonos contradicen la visión de Castle como un individuo marginal, alejado de la cultura".


EL ARTISTA EN SU MESA DE TRABAJO
Foto: James Castle Collection

JAMES CASTLE EN 1974
Al fondo, la caravana blanca
donde tenía su taller.
Foto: J. C. Collection





















Finalmente, Hudson destaca la libertad de asociaciones de este proyecto artístico, que se movía entre temas recurrentes y estilos variados, difíciles de encuadrar en un orden sucesivo. Y recupera la idea de obra inacabada: "Las imágenes de Castle son tan cotidianas que no nos extraña su pequeñez, ni su sencilla fragilidad, ni su quietud, al tiempo que nos sorprenden por su fuerza y su trémula presencia, por los modos en que acogen lo iconográfico, renunciando a momentos de estancamiento por el impulso lateral de la vitalidad plena, de seguir siempre en proceso, de no acabar nunca. Dicen, tal vez sin fundamento, que la última obra de arte de Castle fue un dibujo de su habitación de hospital, que apareció tras su muerte debajo de la almohada".

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(1) James Castle. Mostrar y almacenar. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Madrid, del 18 de mayo al 5 de septiembre de 2011.
http://www.museoreinasofia.es/exposiciones/2011/castle.html

Anticipo del documental sobre Castle que se proyectará completo en el museo el 5 de septiembre:

Conversación con Lynne Cooke, comisaria de la exposición y subdirectora del Museo Reina Sofía:
http://radio.museoreinasofia.es/james_castle

(2) El lugar de Castle, de Lynne Cooke. Texto incluido en el catálogo de la exposición, que reúne admás las siguientes descripciones y estudios: James Castle: desde el interior hacia fuera, de Zoe Leonard; James Castle: un arte de la experiencia, de Suzanne Hudson; y El mundo de la imagen: el mundo del objeto, de Briony Fer.

(3) La aventura del art brut: de la clandestinidad a la consagración, de Lucienne Peiry. Texto elaborado para la exposición Art brut: genio y delirio, que reunió una selección de obras de la colección reunida por Jean Dubufett. Círculo de Bellas Artes de Madrid,  julio-noviembre de 2006: