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viernes, 7 de octubre de 2011

Rainer sobre Goya, que sobrevive a sus discípulos


La asombrosa fertilidad de la obra de Goya ha permitido a legión de pintores, músicos, cineastas, críticos e historiadores volver una y otra vez sobre los múltiples caminos artísticos recorridos por el genio aragonés. Casi dos siglos después de su muerte, Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, Zaragoza, 1746- Burdeos, 1828) sigue hablando a través de sus pinturas y grabados, en especial los de su edad madura, de una forma que el siglo XX ha hecho suya y que el presente parece continuar. A veces lo hace como adelantado a su tiempo, otras como testigo de un cambio de época español y europeo, casi siempre como referente cultural de una endiablada modernidad.

OBRA DE ARNULF RAINER (1980)
Ninguno de los trabajos de esta exposición, al parecer
por voluntad del artista, tiene título, fecha ni especificación técnica,
aunque en el catálogo se ofrecen datos escuetos sobre este último apartado.
(2005-2006)
Acrílico sobre impresión láser.
Las obras inspiradas por Goya a lo largo del tiempo en campos tan diversos como los señalados han sido por lo general versiones que se nutren de las distintas etapas por las que atravesó el pintor y llevan la impronta de su personalidad artística poderosa. En estos días, una manera radical de aproximarse al influjo goyesco puede verse en Madrid, en la sede de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde el artista austríaco Arnulf Rainer (Baden, 1929) expone una selección de las obras que realizó entre 1980 y 2006 y cuya base, obsesiva pero negada, son algunas imágenes de la obra de Goya.

El título de la muestra, Rainer sobre Goya (1), alude con precisión tanto al asunto en cuestión como a un procedimiento compositivo: el pintor, grabador y fotógrafo Rainer (2) trabaja con imágenes parciales de cuadros y grabados de Goya, agrandadas o deformadas fotográficamente, o con reproducciones tomadas de ediciones de los Caprichos y de los Disparates goyescos, y sobre todas ellas produce borrones, tachaduras, deformaciones pictóricas de las cuales surgen obras nuevas, perversamente dependientes y respetuosamente destructoras de su modelo original. La naturaleza de esa relación contradictoria –entre dos artistas, pero también entre dos épocas-- es un arriesgado camino en el que por momentos asoma una belleza reveladora.

ARNULF RAINER
“Tacho lo que deseo que no se vea. Es gesto negativo por excelencia. Sin embargo, aquello que tacho se hace más llamativo y mi tachadura, en lugar de ocultarlo, lo destaca”, ha afirmado Rainer, quien con motivo de esta exposición en Madrid acaba de declarar: “Yo no completo la obra de otros artistas, les tengo demasiado respeto. Lo que hago es una obra mía a partir de la inspiración que esa obra me suscita. En Goya, lo que me motiva es la fisonomía de las caras”. Y además: “…Soy un poco paranoide porque a mí los rostros de Goya me hablan. No con palabras, sino de manera óptica” (3).

Los trabajos del artista austríaco expuestos ahora están elaborados en series, la primera de las cuales es de 1980 y trabaja sobre los rostros de los inquietantes personajes de los grabados de Goya a los que cubre con trazos caóticos de negro y colores espectrales; de 1990 es la serie de manchas con grafito y tinta sobre páginas de libros con la imágenes de grabados del maestro aragonés; de 2005-2006 es el grupo de rostros femeninos de la pintura de Goya, unas impresiones con láser tratadas con acrílico. Finalmente, también de 1980 es un pequeño grupo de pinturas y fotos sobre madera cuyo sustrato inicial es también la imagen de un rostro.


(1980)

(1980)

















(1990)
Grafito y tinta sobre páginas de libro.
(1990)
Grafito y tinta sobre páginas de libro.














(2005-2006)
Acrílico sobre impresión láser.
(1980)




















(2005-2006)
Acrílico sobre impresión láser.

(1980) Pintura.
Foto sobre madera.



























En un artículo de 1984 titulado El ángel exterminador, recogido después en libro (4), el pintor Antonio Saura (1930-1998) veía estas características  en los trabajos de Rainer sobre Goya, iniciados años antes pero que continuarían en las décadas siguientes: “Toda la actividad de Rainer parece estar basada en un impulso de destrucción, maculación y metamorfosis, en la necesidad de afirmarse sobre cataclismos o triunfos anteriores, como si el pintor manifestase su repudio o su imposibilidad de crear imágenes propias  si no es a partir de un estado `previo-ajeno´ sobre el cual practicar el recubrimiento, la alteración o la violación”. Saura, que un año antes había expuesto en Madrid Quince retratos imaginarios, dos de los cuales estaban inspirados en Goya, completa así su análisis de la obra del pintor austríaco: “Es en esta actitud de saber mirar con detención y fijeza hipnótica las imágenes, y de extraer de ellas su potencial oculto, en donde reside, a mi parecer, el poder revulsivo, el riesgo y la belleza de la obra de Rainer”.

RETRATO IMAGINARIO DE GOYA
Óleo sobre tela (1983) de Antonio Saura.

Tanto Saura como Rainer fueron ganadores del premio Aragón-Goya. El segundo lo obtuvo en 2006, año en el que se realizó en el Museo de Zaragoza  una muy amplia exposición de sus trabajos (68 obras divididas en tres series) sobre el maestro aragonés (5). Con motivo de esa muestra, Ester Romero situaba así la trayectoria del pintor: “Rainer en los ochenta ya había experimentado con diversas técnicas, como pintar con los ojos cerrados, creando las series de Los dibujos ciegos, pinturas automáticas, descentralizaciones, para luego llegar a su conocida serie de Recubrimientos, donde recubre y manipula obra de otros artistas con una capa de color monocromo”. En ese texto se recuerda también la experimentación de Rainer con drogas alucinógenas, en un retorno a sus orígenes surrealistas, y su tratamiento de la iconografía cristiana: “El artista se encuentra en este momento de interés por lo religioso cuando surge la serie Goya; es el tiempo de su serie de grandes cruces y de las pinturas de máscaras mortuorias [de músicos célebres: Chopin, Beethoven, o Liszt, entre otros]". Había pasado ya la etapa de sus autorretratos fotográficos de muecas compulsivas sobre los que realizaba intervenciones pictóricas gestuales.

La primera exposición de obras de Rainer en España se produjo en 1991. Con motivo de esa muestra en la galería Fandos, de Valencia, el pintor Víctor Mira (1949-2003) señaló, entre otros, este aspecto: “Ser artista es admitir que uno puede fracasar en cada intento de expresarse y Rainer realiza en cada pintura un acto expresivo que sólo tiene que ver con él mismo. El artista se habla a sí mismo y ese desasosiego en busca de paz es lo que crea la obra” (6).

En el estudio introductorio Arnulf Rainer, en la estela de Goya, el historiador del arte español y gran especialista en Goya Valeriano Bozal (Madrid, 1940) (7) encuentra este origen para la obra del autor: “Trabajar con las manos, cerrar los ojos, tomar una droga –una forma de cerrar los ojos— son recursos, procedimientos, que no hacen sino llamar la atención sobre la relación entre esa superficie y el artista, pero también entre la pintura y nosotros. Ahora bien, a diferencia de lo que sucede en el ámbito del expresionismo abstracto, aquello que distingue a Rainer no es la celebración del gesto ni del cuerpo, es la negatividad en la que nacen sus creaciones plásticas”.

Se trata, en todo caso de algo que no tiene fin, de una corrección permanente, dice Rainer: “Hace 40 años que soy pintor, pero siento una vergüenza constante. Me avergüenzan los cuadros, los conceptos, las ideas visuales. Si imagino algunas fuera del taller, siempre me parecen insulsas y sosas aun antes de que lleguen al lienzo”: Entonces: “Para mí la única forma de poder desarrollar algo es seguir pintando continuamente todos los cuadros, enlazar un  trabajo con otro, desarrollar a partir de una serie inmediatamente la siguiente. Todos mis cuadros surgen de imágenes, mejor dicho, de gérmenes de imágenes. Percibo todo como algo empezado, algo que continuar (8)."

AUTORRETRATO
Tabla de 1815
Museo de la Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando. Madrid.
AUTORRETRATO ANTE SU CABALLETE
Fragmento del óleo sobre lienzo
pintado hacia 1785.
Real Academia de San Fernando. Madrid.
La serie de los Caprichos de Goya, de la que Rainer ha tomado algunos rostros más definitorios, fue culminada en 1799, cuando el artista está en pleno dominio del grabado y su vertiente crítica es más acerada. Al dar cuenta de la venta de la serie a la duquesa de Osuna, el Diario de Madrid se refiere así a esta obra: "Colección de estampas de asuntos caprichosos, inventadas y grabadas al aguafuerte por Don Francisco de Goya. Persuadido el autor de que la censura de errores y vicios humanos (aunque parece peculiar la elocuencia y la poesía) puede también ser objeto de la pintura ha escogido como asuntos proporcionados para su obra, entre la multitud de extravagancias y desaciertos que son comunes en toda sociedad civil, y entre la preocupaciones y embustes vulgares, autorizados por la constumbre, la ignorancia y el interés, aquellos que ha creído más aptos a suministrar materia para el ridículo, y exercitar al mismo tiempo la fantasía del artífice (9)".

Alfonso E. Pérez Sánchez (1935-2010), historiador del arte español que fue director del Museo del Prado, subraya algunos recelos expresados en este texto, y afirma: "Está claro que el contenido de las estampas, tan singular, se consideró mordiente y peligroso en su tiempo, y que debajo de las generalizaciones abstractas o de los planteamientos `caprichosos´, sus contemporáneos veían, seguramente con razón, acusaciones más concretas, doblemente sospechosas en los años en que en la vecina Francia se vivían las conmociones de la Revolución (10)".

A los Disparates, elaborados por un Goya anciano y en los que también se ha inspirado Rainer, Pérez Sánchez los sitúan en un clima espiritual grotesco y sombrío próximo al de las Pinturas negras: "Desde la atmósfera de cerrado pesimismo que vive el viejo Goya en los años de la restauración absolutista, parece evidente que una interpretación general de la serie ha de intentarse por los caminos del absurdo de la existencia, de lo feroz de las fuerzas del mal, del reino de la hipocresía, del fatal triunfo de la vejez, el dolor y la muerte" . Una atmósfera que recreó el cineasta Carlos Saura en 1999 en el film Goya en Burdeos, protagonizado por Francisco Rabal.

Las obras del artista austríaco se exhiben en la misma Academia de San Fernando en la que Goya llegó a ser director de Pintura y que tiene en su colección trece obras del creador aragonés, entre ellas dos autorretratos y un retrato del escritor Leandro Fernández de Moratín, que compartió las ideas liberales con el artista y fue testigo de los últimos tiempos del Goya anciano en Burdeos. De ese período, ha dejado escrita esta perla: "Está muy arrogantillo, y pinta que se las pela, sin querer corregir jamás nada de lo que pinta". El recorrido de la exposición temporal de Rainer desemboca precisamente en la sala del Gabinete de Goya, donde se exhiben de forma permanente una selección de las láminas de cobre grabadas para sus principales series: Caprichos, Desastres de la guerra, Tauromaquia, y Disparates, convertidas ahora en fascinantes objetos artísticos.


Los cruces temporales son pues múltiples. Finalmente, Valeriano Bozal observa otras afinidades en la relación entre Rainer y Goya. Este último, dice, "arroja sombra sobre la luz del proyecto ilustrado, del proyecto moderno. En sus obras podemos contemplar los sueños de la razón, los de la violencia y la más extrema crueldad, los ideales rechazados, la afirmación de la temporalidad, la posibilidad de la indeterminación (sexual, social, política), la inversión de la felicidad y de las pasiones, todo ello en el marco de una felicidad y unas pasiones que nunca fueron ignoradas: las del cuerpo, las de la belleza, las del conocimiento, las de la justicia, también las de la razón".

Por último: "La historia no es luz o sombra, es luz y sombra, un difícil equilibrio que Rainer ha tenido a lo largo de toda su trayectoria".


EL ENTIERRO DE LA SARDINA
Óleo sobre tabla de Goya (entre 1808 y 1812).
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.

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(1) Rainer sobre Goya. Exposición del obras del artista austríaco Arnulf Rainer. Sala de exposiciones temporales de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Calcografía Nacional. Madrid. Abierta desde el 20 de septiembre al 13 de noviembre de 2011. Se trata de la primera de un ciclo de muestras anuales que aspira, según el director de la Academia Antonio Bonet Correa, a "esclarecer cuáles son los puentes de enlace y la diferenciación existente entre el arte contemporáneo y el arte del pasado".

Las salas 20 y 21 del museo que exhibe la colección permanente de la Academia albergan 13 pinturas de Goya.

(2) Rainer/Victor Hugo. En paralelo con esta exposición de Madrid, en la La Maison de Victor Hugo de París se exhibe del 6 de octubre al 15 de enero próximo un conjunto de obras de Rainer en las que utiliza el mismo procedimiento pero aplicado a las imágenes de Victor Hugo. Un apartado de esta muestra reúne también trabajos del artista austríaco que parten de imágenes de Rembrandt, Van Gogh, Odilon Redon, Friedrich, Corot y Rodin.

(3) Declaraciones formuladas en una entrevista de Fietta Jarque publicada en El País/ Babelia (24/09/2011).

(4) Visor sobre artistas (1958-1998). Escritos de Antonio Saura. Galaxia Gutemberg/ Círculo de Lectores. Barcelona, 2001. El artículo citado se publicó originalmente en el diario El País (24/03/1984).

(5) Exposición de Rainer. Museo de Zaragoza. Septiembre-noviembre de 2006.

(6) Del texto de presentación de la muestra de Rainer en la Galería Dandos (1991).

(7)  Rainer en la estela de Goya. Articulo de Valeriano Bozal en el catálogo de la muestra de la Academia de San Fernando.

Este historiador del arte es autor, entre otros ensayos, de Goya y el gusto moderno (Alianza Editorial, 1994/2002); Pinturas negras de Goya (Antonio Machado Libros, 1999/2009) y Francisco de Goya, vida y obra (2 romos, TF Editores, 2006).

(8) Artículo de Rainer titulado Correcciones, publicado en el catálogo de la muestra.

(9) Diario de Madrid. Publicado el 7 de febrero de 1799. Texto citado en el artículo de Alfonso E. Pérez Sánchez sobre la serie Caprichos. Catálogo de la exposición Goya grabador. Fundación Juan March. Madrid. Enero-marzo 1994.

(10) Textos de Pérez Sánchez para la muestra de la Fundación March de 1994.